En medio de la reciente avalancha de producciones de Hollywood que intentan desentrañar la gran madeja política detrás de la maquinaria bélica estadounidense, este nuevo trabajo del director de Crash-Vidas cruzadas (ganadora del premio Oscar a la mejor película en 2005) se propone un objetivo bastante menos ambicioso, pero a partir de un caso particular (un militar retirado que investiga la misteriosa desaparición de su hijo conscripto) ofrece un ensayo contundente, implacable y desgarrador sobre el estado de las cosas en una sociedad dominada por la violencia, la hipocresía, el encubrimiento y la impunidad.
Este guión -que estuvo a punto de ser filmado por Clint Eastwood (Haggis escribió Million Dollar Baby, La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima )- narra con gran rigor y austeridad emocional el descenso a los infiernos de Hank Deerfield (otro extraordinario trabajo de contención, introspección y economía gestual del enorme Tommy Lee Jones), un ex sargento que sale en busca de su hijo, que ha desaparecido sin dejar rastros pocos días después de haber regresado de una misión en Irak.
Hank, un hombre noble, duro y obsesivo, algo así como el paradigma de la mejor tradición norteamericana, deberá enfrentarse a un sistema corrupto cuyo único interés parece ser el de tapar todas y cada una de las miserias y los excesos de sus integrantes. En su misión íntima y redentora, el viejo militar encontrará algunos pocos aliados, como una detective y madre soltera interpretada por una aquí afeada Charlize Theron, y muchos poderosos dispuestos a entorpecer su incansable búsqueda.
Más modesta y concisa que Crash-Vidas cruzadas, La conspiración va de lo pequeño, el dolor íntimo de un padre y una madre (Susan Sarandon), a lo más grande, el descubrimiento de que los principios, las convenciones y los pilares sobre los que se ha construido la máxima potencia del mundo se han resquebrajado hasta derrumbarse por completo. Pero, afortunadamente, Haggis borda su retrato sin declamaciones ni moralejas, con pesimismo y desencanto, es cierto, pero haciendo gala de un pudor que no hace otra cosa que potenciar el resultado final.
Quedó dicho que buena parte de la conmoción que genera la historia se sustenta en la categoría inmensa de uno de los mejores actores del cine norteamericano y, junto al omnipresente Tommy Lee Jones, se lucen también unos intérpretes secundarios que aprovechan al máximo los pocos minutos que cada uno de ellos tiene en pantalla. Además de la solidez de la narración clásica que esta vez propone Haggis, se destaca el entramado visual construido por uno de los más talentosos fotógrafos en actividad: Roger Deakins. Un hallazgo más para una pequeña producción capaz de desnudar una gran mentira con las mejores verdades del cine.
Diego Batlle. Diario "La Nacion"
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