Persépolis , ópera prima de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, está basada en la aclamada historieta autobiográfica de Satrapi, una joven iraní que vivió parte de sus 38 años en Teherán (donde sus padres fueron partícipes importantes en la caída del sha en 1979), que luego estudió en Viena y que, desde 1994, está radicada en París.
Construida a partir de una animación en blanco y negro (sólo hay breves fragmentos en color al principio y al final) tan bella como artesanal, Persépolis combina las experiencias de una niña, luego adolescente y finalmente mujer con cierto didactismo a la hora de explicar la historia iraní del siglo XX: la dictadura del sha, la breve esperanza de apertura tras la revolución, el revanchismo, el regreso del fanatismo religioso y la represión generalizada con la mujer como víctima principal, en medio de una situación socioeconómica y política devastadora: desabastecimiento de alimentos, mercado negro, la larga y sangrienta guerra con Irak, bombardeos contra la población civil y fusilamientos de militantes progresistas.
Con un estilo visual muy logrado que combina la simplicidad de la animación en 2D con una enorme creatividad en su estilo abstracto y con mucho humor para descomprimir las dimensiones trágicas de semejante melodrama (la protagonista tratando de usar zapatillas occidentales y remeras con leyendas punk o de comprar casetes de la banda de heavy metal Iron Maiden), Persépolis resulta -más allá de cierta tendencia a un subrayado políticamente correcto- un verdadero hallazgo tanto en términos estéticos como en su descripción visceral, despiadada y desgarradora de los vaivenes sociopolíticos de Irán y de los efectos íntimos y familiares del exilio. Una multipremiada película que no merece pasar inadvertida.
Diego Batlle Diario La Nación
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