Los dos nuevos amigos descubrirán que ambos tienen mucho más en común que con otra gente de su respectiva edad y compartirán sus sueños y sus alegrías. Ludovic guiará a la señora Palfrey hacia su pasado y, sin advertirlo, ello lo conducirá hacia su futuro. La trama se va hilvanando a través de esos dos seres solitarios que comienzan a necesitarse uno al otro, tanto que la madura mujer casi olvida a su verdadero nieto para volcar todo su afecto en ese muchacho soñador y cálido que halla en su nueva amiga un camino para darle un nuevo sentido a su vida.
La historia transcurre a través no sólo de esa conjunción de valores espirituales, sino que se detiene en los magníficos personajes secundarios que rodean a ambos y convierten la trama en una bella historia aparentemente simple que enriquece la existencia cuando la gente se toma el tiempo de mirar más allá de uno mismo y de las diferencias entre los unos y los otros. El director Dan Ireland, basándose en un guión que destila permanente ternura, logró un film cálido que recorre con emoción la trayectoria de esa mujer madura en la que el joven descubrirá, a través de ella, el amor de una muchacha simple y dispuesta a compartir la felicidad del dúo.
Cargada de encanto y de profundidad Una dama digna logra convertirse en un cuento de amistad sin barreras y que con emoción y cierta pizca de humor se transforma en una comedia dramática que muestra lo que puede la amistad cuando ella brota de lo más profundo del alma.
El film cuenta con un excelente elenco encabezado por Joan Plowright, que encarna con enorme convicción a esa viuda que parece rejuvenecer ante la nueva posibilidad de hallar a alguien a quien la amistad volverá a integrar una parte importante de su vida. No menos acertado es el trabajo de Rupert Friend en la piel de ese joven que halla en la señora Palfrey a un ser tan necesitado de afecto como él.
También los rubros técnicos -impecable fotografía, excelente música- aportaron el necesario apoyo para que este relato consiga el propósito de emocionar con fuerza hasta un final inesperado y pleno de sentimientos cargados de simple humanidad. Adolfo C. Martínez Diario La Nación
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