domingo, 28 de febrero de 2010

KATYN (Polonia 2007)


Es conocida la capacidad de Andrzej Wajda para dibujar la historia de su Polonia natal con sensibilidad trágica, en una obra artesanal que conmueve al tiempo que informa. Katyn no escapa de la estructura habitual del realizador de Cenizas y diamantes, El bosque de los abedules y La boda . En este caso, trata sobre un grupo de oficiales polacos asesinados por la policía secreta rusa en la localidad de Katyn en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial.
El relato comienza a principios de esa conflagración bélica, cuando, tras la invasión de la Alemania nazi a Polonia, y siguiendo las órdenes de José Stalin, las unidades del Ejército Rojo entraron ilícitamente en suelo polaco y, como consecuencia de ello, todos los oficiales de ese país se encontraron bajo la esclavitud soviética. En torno a este episodio, el film se transforma en un retrato coral de varios de sus personajes centrales, entre ellos Anna, la esposa de un capitán del regimiento de Uhlan, que espera a su marido y recibe con incredulidad todas las pruebas que evidencian que fue asesinado por los rusos; la compañera de un general que, en abril de 1943, se entera del fallecimiento de su hombre luego de que los alemanes descubren fosas masivas de oficiales en el bosque de Katyn, y el silencio y la mentira acerca del crimen de su hermano que rompen el corazón de Agnieszka, hermana de un piloto que tuvo la misma suerte que los otros soldados.
El film se transforma en algo más que en el recuerdo de un asesinato en masa. Su problemática, a veces conteniendo escenas de enorme crudeza, transita por un pueblo sometido que el propio Wajda conoció en su juventud y que con elegante concisión hace que su historia explore los acontecimientos de esa matanza en masa y recale en las mujeres que esperan vanamente a sus hombres. Una dirección de arte que supo reproducir con inteligencia los escenarios en que se desarrollan las acciones, una notable fotografía y una música de por momentos candorosas melodías son otros puntos de sólido apoyo que secundaron a ese Wajda que, a los 82 años, posee idéntico vigor que en sus comienzos.
Adolfo C. Martínez DIARIO LA NACION

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