
A Héctor Olivera le gustan los desafíos y encara empresas corales que iluminan momentos claves de la historia argentina. Desde la lejana “Las venganzas de Beto Sánchez”, pasando por “La Patagonia rebelde”, “No habrá más penas ni olvido”,“La noche de los lápices” y la más reciente “Ay, Juancito”, el suyo es un cine vigoroso, que opera como correlato de un país en circunstancias bravas. Acá, el misterioso mural que pintara el mexicano David Alfaro Siqueiros a pedido de Natalio Botana, en los sótanos de su quinta, durante la década del 30, es a la vez el retrato de un hombre contradictorio y notable y el dibujo de la Década Infame, marcada por pasiones y miserias.
Botana, director del popular y controvertido diario Crítica, hombre influyente y temido, le propone a Siqueiros –recién llegado al país para dar unas charlas con la intención de pintar un mural con temática revolucionaria–, que realice otro mural en el sótano de su quinta “Los Granados”. Con el arribo de Blanca Luz Brum, bellísima poeta uruguaya, mujer de Siqueiros, el clima se complica. Blanca, muy liberal, desata tempestades incontrolables en Botana y Pablo Neruda, por ese entonces vicecónsul chileno en Buenos Aires. Despierta los celos de la temperamental Salvadora Medina Onrubia, esposa del magnate, quien tomará represalias. Alguien podría afirmar que todo esto cabe en un culebrón, pero los personajes existieron y dieron lugar a esta historia extraordinaria, llena de ruido, de deseo y de furia. Olivera filma de manera clásica, pero sus películas nunca pasan inadvertidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario