Inspirada en hechos reales. Buenos Aires, 1912. Una serie de brutales asesinatos a menores se propaga por la ciudad. Mateo (Juan Ciancio), un niño de 10 años, esconde un secreto: a veces su mente le conduce a un oscuro lugar de la memoria en donde es testigo de los asesinatos. Al descubrirse su secreto, se convierte en el principal sospechoso. Estela (Maribel Verdú), su madre, y el forense de la policía, el Dr. Soria (Chete Lera), tratan de encontrar una explicación racional a las visiones y así minar el escepticismo del comisario Petrie (Daniel Freire). Pero los asesinatos siguen ocurriendo... Y el caos termina por adueñarse de la situación.Comentario del Director
Lo primero que me interesó de “El niño de barro”, fue el personaje en el que se inspira el guión: Cayetano Santos Godino “El Petiso Orejudo”. Un demente que comenzó sus ataques a los diez años, mató por simple placer a cinco niños, lo intentó con otros siete, fue detenido a los dieciséis y la historia lo ha convertido en leyenda. Defendiendo la idea de que los agresores se apoderan, en parte, de la vida de sus victimas, por eso el protagonista de mi película no es Cayetano, sino “el niño de barro”, uno de los menores a los que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó “conectado” con él.
Lo primero que me interesó de “El niño de barro”, fue el personaje en el que se inspira el guión: Cayetano Santos Godino “El Petiso Orejudo”. Un demente que comenzó sus ataques a los diez años, mató por simple placer a cinco niños, lo intentó con otros siete, fue detenido a los dieciséis y la historia lo ha convertido en leyenda. Defendiendo la idea de que los agresores se apoderan, en parte, de la vida de sus victimas, por eso el protagonista de mi película no es Cayetano, sino “el niño de barro”, uno de los menores a los que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó “conectado” con él.
Este planteamiento me permite crear un espacio, “las pesadillas”, que utilizo como elemento expresivo y para no tener que mostrar las escenas más duras de agresión a los menores… Los sonidos nos hacen imaginar el resto. Los habitantes de “El niño de barro” están indefensos ante la desigualdad y la injusticia. En su mundo es creíble la aparición de monstruos que actúan a sus anchas con total impunidad. Ninguna luz señala el final del túnel. He buscado la tensión, la angustia y la sorpresa. Sumergir al espectador en una atmósfera desasosegante, en la que se recortan los empeños inútiles de los protagonistas y el vacío adquiere el más elocuente de los significados. Mi preocupación por los niños victimas, torturados, utilizados sexualmente… Los convierte en el motivo principal de la película. Cuento algo que ocurrió en Buenos Aires en 1912 pero las noticias, que hoy llenan las páginas de los diarios, en cualquier lugar del mundo, nos demuestran que los motivos para las pesadillas, siguen estando ahí.
Jorge Algora.
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