Al abordar el tema de la persecución judía en la Francia ocupada, Claude Miller elige el camino que mejor se ajusta a su sensibilidad y su estilo: busca en la historia doméstica los ecos de la historia grande. No pretende la reconstrucción histórica de los hechos más determinantes de aquel turbulento período, sino el retrato de los múltiples efectos que ese estado de cosas pudo producir en cada caso individual: las pequeñas o grandes tragedias íntimas vividas a su sombra.
Miller se basa en la compleja narración que Philippe Grimbert elaboró a partir de su experiencia, la que siente bastante próxima a su propia historia y le permite volcar algo de su vivencia personal: pertenece a la misma generación del autor y, como él, nació en una familia judía no religiosa, pequeñoburguesa y desgarrada por la barbarie nazi. Uno de los beneficiosos efectos de este acercamiento al tema es que rompe con la visión unidimensional que suele darse de las víctimas de la persecución antisemita.
Sostenida intriga
La estructura espiralada de la novela -todo gira en torno del secreto del título, un enigma que el narrador, en busca de esclarecer conflictos que arrastra desde la infancia, irá descifrando en distintas etapas a lo largo de cincuenta años de historia familiar- se abre a distintos temas. Poco puede revelarse de la trama sin peligro de perjudicar la intriga que Miller conduce con mano diestra hasta el final, pero sí puede decirse que quien revisita ese pasado es -en el presente del film, 1985- un psicoanalista especializado en niños, y que su introspección se pone en marcha con una imagen de su infancia, en los años 50, cuando era un chico solitario, apocado, avergonzado de su fragilidad y tan encandilado como disminuido por la perfección física de sus padres: él, atleta; ella, nadadora y ocasional modelo.
La primera imagen muestra la borrosa silueta del chico detrás del vidrio empañado por el vapor de una piscina. Con la evocación de esos días y de las fantasías con que él había tratado de construirse un mundo ideal, iniciará la búsqueda de una imagen más nítida, la de su identidad y su historia verdadera. Después, la recreación se detendrá en otros momentos, aun los muy anteriores a su nacimiento, hasta recomponer, fragmento sobre fragmento, la complicada y dolorosa historia de la familia.
Pasado y presente
Que Miller prefiera emplear el blanco y negro para las escenas del presente y el color para las del pasado (al revés de lo habitual) indica dónde ha puesto el foco de la acción. Por algo también rehúye el tono evocativo: la historia de la familia evoluciona en tiempo presente, los personajes no ilustran un recuerdo: viven. Ese acierto robustece el interés del relato, en cuyo desarrollo caben desde la difícil relación padre-hijo, los amores prohibidos y la voluntad de sepultar un pasado doloroso hasta la persecución, la negación y el sacrificio.
Impecable en lo formal y a veces algo fría de tanto evitar el efecto melodramático, la película interesa y emociona con recursos nobles. Es admirable el trabajo de todo el elenco.
Fernando López DIARIO "La Nación"
Miller se basa en la compleja narración que Philippe Grimbert elaboró a partir de su experiencia, la que siente bastante próxima a su propia historia y le permite volcar algo de su vivencia personal: pertenece a la misma generación del autor y, como él, nació en una familia judía no religiosa, pequeñoburguesa y desgarrada por la barbarie nazi. Uno de los beneficiosos efectos de este acercamiento al tema es que rompe con la visión unidimensional que suele darse de las víctimas de la persecución antisemita.
Sostenida intriga
La estructura espiralada de la novela -todo gira en torno del secreto del título, un enigma que el narrador, en busca de esclarecer conflictos que arrastra desde la infancia, irá descifrando en distintas etapas a lo largo de cincuenta años de historia familiar- se abre a distintos temas. Poco puede revelarse de la trama sin peligro de perjudicar la intriga que Miller conduce con mano diestra hasta el final, pero sí puede decirse que quien revisita ese pasado es -en el presente del film, 1985- un psicoanalista especializado en niños, y que su introspección se pone en marcha con una imagen de su infancia, en los años 50, cuando era un chico solitario, apocado, avergonzado de su fragilidad y tan encandilado como disminuido por la perfección física de sus padres: él, atleta; ella, nadadora y ocasional modelo.
La primera imagen muestra la borrosa silueta del chico detrás del vidrio empañado por el vapor de una piscina. Con la evocación de esos días y de las fantasías con que él había tratado de construirse un mundo ideal, iniciará la búsqueda de una imagen más nítida, la de su identidad y su historia verdadera. Después, la recreación se detendrá en otros momentos, aun los muy anteriores a su nacimiento, hasta recomponer, fragmento sobre fragmento, la complicada y dolorosa historia de la familia.
Pasado y presente
Que Miller prefiera emplear el blanco y negro para las escenas del presente y el color para las del pasado (al revés de lo habitual) indica dónde ha puesto el foco de la acción. Por algo también rehúye el tono evocativo: la historia de la familia evoluciona en tiempo presente, los personajes no ilustran un recuerdo: viven. Ese acierto robustece el interés del relato, en cuyo desarrollo caben desde la difícil relación padre-hijo, los amores prohibidos y la voluntad de sepultar un pasado doloroso hasta la persecución, la negación y el sacrificio.
Impecable en lo formal y a veces algo fría de tanto evitar el efecto melodramático, la película interesa y emociona con recursos nobles. Es admirable el trabajo de todo el elenco.
Fernando López DIARIO "La Nación"
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