En una época en la que la pirotecnia visual, la digitalización, el uso abusivo del efecto diseñado y generado por computadora han barrido con la carnadura humana, con la emoción que transmiten los actores y con el costado artesanal que supo tener el cine de aventuras de Hollywood, Steven Spielberg retoma casi dos décadas más tarde su saga de Indiana Jones con una bienvenida y contundente revindicación del clasicismo, de las herramientas más nobles del género, del trabajo físico de los dobles de riesgo ( stunts en la jerga técnica), del humor y de los guiños cómplices para las varias generaciones que han seguido esta serie desde sus inicios.
Este preámbulo no significa que Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal carezca de la espectacularidad, del vértigo y de la tensión que Spielberg sabe imprimirle a su cine de acción, pero el director de Jurassic Park no cede a la tentación del mero artificio, del simple regodeo técnico. Los fanáticos de las producciones de Hollywood a gran escala encontrarán aquí desde la reconstrucción de una legendaria civilización inca hasta una explosión atómica, pasando por el voraz ataque de varios miles de termitas, persecuciones en moto y en jeep, la caída de un barco por tres cataratas y peleas con muertos vivos en un cementerio, con tribus indígenas y con militares rusos.
De todas formas, la película se sostiene, antes que por el impacto visual, por la mística del héroe-arqueólogo-profesor (y ahora también padre) con su mítico sombrero y su látigo que ya forman parte del imaginario popular, por la historia de la propia saga (hay múltiples referencias a las tres primeras entregas) y por la diversión que los actores transmiten en cada broma física o en los remates de cada uno de sus diálogos.
Para incondicionales
En Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal la acción se traslada de fines de la década de 1930 a 1957; es decir, de la época previa a la Segunda Guerra Mundial a plena Guerra Fría, con una paranoica escalada anticomunista que Spielberg ironiza con muy buen humor. Por lo tanto, el enemigo aquí es el ejército soviético y, especialmente, su bella y despiadada líder Irina Spalko, que interpreta con total convicción y delirio Cate Blanchett. La trama gira en torno al control de la poderosa calavera del título, mientras Indiana Jones se reencuentra con su pareja (Karen Allen) y descubre que tiene un hijo (Shia LaBeouf, llamado a ser el heredero de Harrison Ford), que uno de sus mejores amigos (Ray Winstone) lo traiciona, y que contará con la ayuda de un científico casi autista (un muy divertido John Hurt).
Quien espere encontrar en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal grandes innovaciones o sorpresas, puede que salga un poco decepcionado. Estamos ante un relato old-fashioned en la era de la tecnología de punta. Los veteranos Spielberg y Ford vuelven con la misma energía de siempre para divertir(se), para compartir con sus millones de incondicionales seguidores una celebración de la magia del cine, de la tradición más genuina y popular de las películas de aventuras.
Diego Batlle Diario "La Nación"
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