martes, 2 de febrero de 2010
La ragazza del lago (Italia 2007)
Bajo la idílica quietud del pueblito friulano rodeado de montañas en que transcurre este film se ocultan secretos y tristezas, culpas y miserias. Son los callados dramas y también el hondo malestar existencial que irán siendo develados en el transcurso de una investigación policial. Porque La ragazza del lago es una curiosa variación de la clásica historia detectivesca en torno de un crimen: aquí importan menos el descubrimiento y la captura del asesino que la vivisección de esa comunidad provincial en la que hay tantos personajes igualmente culpables e igualmente inocentes; personajes bien identificables en sus rasgos contemporáneos: el egoísmo, la indiferencia, la violencia latente o manifiesta hacia los más débiles y los más indefensos.
Sugerente y mesurado
Todos los seres que pueblan el relato que el debutante Andrea Molaioli concibió inspirándose en una novela noruega -incluido su protagonista, el taciturno y atormentado policía napolitano recién transferido al Norte- son prisioneros de sí mismos, de sus dramas personales, de sus enfermedades, de sus barreras físicas o mentales. Más que indignación, inspiran -aun el asesino- cierta condescendencia.
En su indagación sobre el asesinato de una bella muchacha, el inspector Sanzio (admirable Tony Servillo) va de un sospechoso a otro, de una pista falsa a otra igualmente errada, de los presuntos monstruos a los ciudadanos intachables, pero en su cansino andar van saliéndole al paso los secretos de la cerrada comunidad, sus vacíos éticos y morales, sus íntimas tensiones. Unos pocos apuntes le bastan a Molaioli para describir uno por uno a los seres que conforman ese extenso círculo, al tiempo que mantiene el compromiso con un estilo que prefiere la sugerencia al subrayado y la mesura al vértigo.
Fernando López Diario La Nación
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